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Esta playa es una verdadera joya, escondida del ajetreo y el bullicio de la ciudad. Los margaritas que sirven aquí son incomparables y son los mejores que he probado en todo Huatulco. Las sillas y mesas de playa están bien cuidadas y ofrecen un lugar cómodo para relajarse y disfrutar del sol. La selección de licores es impresionante, y el ceviche es excepcional. Hay tres pequeñas chozas para elegir, pero EL CHINOS destaca como la mejor opción. En general, esta playa es una visita obligada para cualquiera que busque una experiencia de playa pacífica y agradable.
La playa sigue siendo pacífica y aislada, con algunos vendedores presentes y posiblemente más durante los momentos de mayor afluencia. Hasta ahora, no hay construcciones cercanas. Aunque el camino a la playa es empinado, sigue siendo fácilmente transitable y no muy largo.
Esta impresionante playa es una joya absoluta, un verdadero oasis para aquellos que buscan un refrescante baño en el océano. Su atmósfera serena y tranquila la convierte en un destino ideal para una escapada relajante.
Este refugio arenoso es digno de contemplar. Las creaciones culinarias del Sr. Pablo (también conocido como El Chef) son sencillamente divinas, especialmente su plato de camarones con piña, el cual es imprescindible probar. En el extremo este de la playa, las rocas forman una tranquila laguna donde puedes relajarte y dejar que la suave marea te lleve a un estado de pura felicidad. Es absolutamente impresionante.
Una visita a Playa El Tejón, una playa encantadora a solo 7 minutos en coche desde aquí, fue todo un placer. Fuimos recibidos por un encantador caballero llamado Pablo, quien previamente había trabajado en un crucero y en Secrets. Él llegó con su uniforme completo, con su distintivo y sombrero, y nos ofreció una selección de pescado rojo y camarones recién capturados. Decidimos pedir ambos, lo cual fue suficiente para alimentar a nuestro grupo de seis. Pablo preparó y cocinó expertamente los mariscos, y luego nos presentó una generosa bandeja, acompañada de una exquisita mezcla de arroz, piña, ajo, tomates y pepinos. Para nuestra alegría, también nos proporcionó platos y cubiertos de metal para disfrutar de nuestra comida. El costo fue de apenas 500 pesos, o aproximadamente $32.00, ¡y no había electricidad a la vista! Aunque el camino hacia la playa era empinado, la joven que vendía helados en la cima hizo que valiera la pena el viaje. Ella fue lo suficientemente amable como para llamarnos un taxi, y nos aseguramos de darle propina por su ayuda.